6/12/09

Señoras y señores les presento al Tétrico Maquinista

Él tan todo y a la vez tan nada. Suspira mientras saca el reloj del bolsillo. Quedan diez minutos para partir. Toca la bocina y un suspiro -esta vez de humo- sale de su tren. Al guardar de nuevo su reloj, algo –o alguien- se agarra de su dedo. Lo saca. Un barquito de papel reluce sonriente en la palma de su mano derecha. Y la parte derecha de su corazón comienza a latir gritando su nombre: pequeña Lu, pequeña Lu, pequeña Lu…
El anillo de su mano izquierda se revuelve, como lamentándose de la existencia del otro. Él agita la cabeza como para reorganizar sus pensamientos –o para juntar las dos mitades en las que está dividido. Pero nada, no consigue nada. Su oído derecho sigue escuchando sus gemidos, el izquierdo, en cambio, está atento a su cantar de ángeles. Vuelve a mirar su reloj. Quedan cinco minutos. Toca la bocina de nuevo. Mira para el frente y ve a la pequeña Lu observándole –inmóvil, inquieta. Con sus ojos oscuros, le promete días enteros de noches entre las sábanas. Con su pequeño corazón, le invita a mudarse ahí para siempre. Suspira. Y suspira. Y suspira. La pequeña Lu mira la taquilla, pero sabe que no puede comprar un pasaje. Sus ojos rebosan de tristeza. Y él no puede ir a abrazarla, como tantas otras veces. Su corazón de maquinista le dice que queda poco para salir: un minuto. Ella le dice adiós con la mano. Él le promete con los labios que volverá. Se sube al tren mientras la pequeña Lu recoge todas sus lágrimas del suelo. Nunca le gustó que la viera llorar.
El anillo de su mano izquierda le ardió en el dedo. Iba a ir a otra ciudad, donde estaba ella…
No quiso mirar a la pequeña Lu, pues sabía que no podía tenerla (por mucho que ella fuera suya).
Nadie y nada. No era nadie, y no pertenecía a nada, a ningún lugar. Por eso, eterno vagaba de una ciudad a otra, paseando por el límite de cada frontera –y de cada corazón- pero nunca sin entrar a la ciudad –ni al centro del latido. Volvió a tocar la bocina mientras dejaba la Ciudad de las Contradicciones. Esbozó una tétrica sonrisa… Ciudad de las Contradicciones…




Señoras y señores, damas y caballeros, niños y niñas les presento al Tétrico Maquinista.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Algún día volverá.




(L)

Anónimo dijo...

¿No le da a la pequeña Lu pena ser tan odiosamente egoísta? Parece que todo en ese mundo de vueltas al rededor de ella, tal vez los demás personajes quieran vivir tranquilos por una vez.