2/8/09

Elena miró otra vez la copa vacía. Cogió una botella de Palabras y la llenó hasta derramarse casi del borde -de sus ojos. Se la bebió de un trago. Necesitaba que ese líquido le ardiera en la garganta -así por lo menos sentiría algo de calor. Y que de paso la anestesiara. Se sirvió otra copa de Lágrimas de buena cosecha. Se empezó a reír, de sí misma, de lo patética que era. Cuando se bebió -de golpe- todos los insultos que él una vez le dijo, casi se atraganta, pero eso no le impidió seguir riendo. Se estaba emborrachando a base de malos recuerdos. Hipó, pero una copa le seguía a la otra. Entre tumbos, se acercó al espejo y se miró. Sólo vio las ojeras de las noches pasadas. Pese a estar entre la neblina que provocaba el alcohol, pudo distinguir los surcos que habían formado en sus mejillas aquellas lágrimas que habían desgastado sus ojos. Se volvió a reír. Esta vez de forma histérica. Pero no le importaba, ya nada le importaba. El sonido de la puerta al abrirse interrumpió sus sonoras carcajadas. Llegó. Él llegó. El infierno ya estaba en casa.
Su mirada de repudio la atravesó.
-Me das asco Elena, ¿sabías?
Y ella volvió a servirse otra copa.

1 comentario:

Claudia Hale. dijo...

Elena es fuerte, y a la vez tan sumamente débil..
Me encanta :)
Un beso!

PD: Tienes una sorpresita en mi blog :)