10/9/08

Perdona si te llamo amor*


La noche caía en mí cuan manto de estrellas en el cielo.
Me encontraba en la ventana. Arropada por el frío de la oscuridad, y desecha en millones de sentimientos y recuerdos –que eran como cristales rotos que se paseaban inocentemente por mi piel.
De repente unos brazos cálidos me rodearon por detrás –como tantas otras veces. No tuve que hacer grandes esfuerzos para saber que eras .

-¿Qué contemplas? Me preguntaste en un susurro tan silencioso como una caricia. No te respondí. Nunca entenderías la respuesta. Tú nunca entendías nada.
-¿Acaso mi reflejo en el cristal?
-¿No lo hueles? Dije haciendo caso omiso a tus alardes de total y puro egocentrismo.
La nocturna brisa traía tormentas de misterio.
-¿Qué?
-Huele a final –dije con la vista posada en ningún lugar.
-¿A final? Me preguntaste curioso y con el corazón latiéndote demasiado apurado.
-Huele a dolor, a nostalgia, a palpables recuerdos, a tardes rotas, a distancia, a amor dormido. Casi puedo oír las lágrimas caer.
-¿Cómo puedes oler todo eso? Es imposible.
Como siempre, poniéndole barreras a mi imaginación.
-¿Cómo vas a oler a final, a dolor, a distancia, a olvido? Dime, ¿cómo?
Levantaste el tono de voz, se ve que ese perfume también te estaba embriagando.
-¿Puedo sentirlo, pero no olerlo?
Noté que me pegabas con fuerza a ti, como si así pudieras retenerme y no perderme.
-Yo no quiero que haya un final.
-Pues no has luchado por ello.
Cada palabra era más dolorosa de lo que nunca llegué a imaginar.
-¿Y vas a permitir que todo se esfume como polvo de estrellas, que nuestra historia se desdibuje y se convierta en palabras alborotadas, enredadas, en nada?
-¿Yo? ¿YO? ¿Acaso yo no he luchado cada día porque haya un parasiempre, por tener un futuro a tu lado?
Lo que me decías no era justo. Pero al fin y al cabo, los sentimientos no son muy racionales ¿no?
Agachaste la cabeza, apoyándola en mi hombro –como tantas otras veces.
-Yo te quiero.
-Y yo también te quiero.
Hoy los tequiero dolían como si fuesen una espina.
Ah, dolor, conocido dolor…
-¿Eso no cambia nada? Quisiste saber con una desagradable desesperación.
-Yo te hablo de amor, tú –en cambio- de sexo.
-¡No! Sabes que mi cariño hacia ti está por encima de todo. Y que el sexo sólo es una demostración tangible de la intensidad del mismo.
-¿A qué te huele el amor? Te pregunté como si de tus labios sólo salieran besos y no palabras.
-El amor no huele.
Y ahí estabas tú otra vez…
-El amor sí que huele, a distancia, a dolor, a añoranza, a noches en vela, a deseo, a esperanza, a pasión desenfrenada.
-¿Cómo el final?
-Sí, pues el amor suele tener un final.
Suspiré casi inaudible para ti.
-No entiendo.
-Nunca lo hiciste.
-¿Por qué siempre lo complicas todo?
-Porque yo te hablo de amor, tú –en cambio- de cariño.

1 comentario:

F. dijo...

Me ha encantado.
Es una relato precioso.
Besos