29/3/09

Bienvenidos a la Ciudad de las Contradicciones


Se encontraban perdidos entre las sábanas revueltas. Lu, apoyada en su pecho, se mecía lentamente al compás de su respiración. Estaba tranquila, él detenía su caos y le daba una paz que creía ya perdida.
-¿Me cuentas una historia? Le preguntó ella mientras jugueteaba con su mechón de pelo oscuro.
-Pequeña, ya sabes que tengo poca imaginación.
Ahora él había capturado su mechón, lo enrollaba en su dedo, dándole vueltas hasta convertirlo en un suave bucle.
-Cuéntame una historia al revés.
-¿Una historia al revés?
-Sí, en la que no hallan princesas en apuros, ni príncipes heroicos, ni lobos feroces…
Se posó, como una mariposa, una sonrisa en sus labios. De esas que ocultan un universo, de esas que sólo se forman cuando tiene a la pequeña Lu entre sus brazos.
-¿Te sabes la historia de la Ciudad de las Contradicciones? Preguntó al fin.
-No, pero he oído hablar de esa ciudad, las típicas habladurías de las malas lenguas.
-Escucha atentamente.
Ella se viró y le robó un beso fugaz. Le cortó la respiración aún así. Convirtió sus ojos en caricias y de sus dedos empezaron a brotar palabras.
-Cuentan los mayores, que hace muchísimo tiempo había una ciudad. Un lugar muy conocido pero poco frecuentada por extranjeros. ¿Por qué? Pues porque era muy difícil llegar. Decían que sólo quien realmente necesitase ir, era capaz de encontrarlo. Por supuesto, las leyendas sobre esa ciudad de locos y extravagantes no eran pocas. La llamaban La Ciudad de las Contradicciones. Como todo lo que rondaba a esta peculiar ciudad, el cómo desapareció un día de la nada es otro gran misterio. Y ésta, es una de las leyendas que según su autor, es la única hipótesis verdadera y exacta. La Ciudad de las Contradicciones era un lugar como nunca se había visto -y creo no veremos nunca más- en la historia del mundo. En ella cualquier cosa podía suceder, cada día era una aventura. Podías salir a la calle y ver a la gente nadando por el gran río que atravesaba la ciudad en grandes barquitos de papel o podías sentarte en la Plaza de la Melancolía, a escuchar cantar las cajas de música. Todo era posible en la ciudad de las contradicciones, donde nadie vivía triste, porque seguías el eslogan de la ciudad: "Esto también pasará..." Pero un día llegó un extranjero a la ciudad. Tenía un reloj de los antiguos en el bolsillo, una maleta vieja llena de parches y pegatinas de viajes anteriores. Nunca dijo su nombre. Era un hombre muy misterioso. Sus ojos eran impertérritos y llevaba un montón de historias en las manos. Era muy curioso, si estaba ahí era por alguna razón. Aún así, todos los habitantes de la ciudad le acogieron con un inmenso cariño, no era habitual tener visitantes, y menos en esa época del año en la que el sol lloraba copos de nieve. Esa tarde paseando nuestro misterioso extranjero se encontró con la fuente de los deseos. Se acercó a una niña pelirroja de trenzas que jugaba con un pequeño tren. Ella le explicó que para que tu deseo se cumpliera, era necesario hacer un barquito de papel y escribirle tu deseo, luego ponerlo en el lago y si flotaba, tu deseo se cumplía pero si se hundía como una lágrima en un mar olvidado…
-¿Qué escribió él en su barquito?
-¿Qué crees que escribió?
-¿Flotó?
- Sí, no había llegado desde tan lejos para solo encontrar preguntas.
-Ahora dime, ¿qué fue lo que escribió en el barquito?
-Como no podía ser de otra manera, pidió lo que todo ser humano anhela en su interior… La pidió a ella, sólo para él.
- Vaya, ¿y quién era ella?
- Ella olía a amor, ella era la imagen que le venía al escuchar a las cajitas cantar, era la razón por la que viajaba sin descanso, ella era el motivo por el cual el destino le llevó hasta La Ciudad de las Contradicciones. Al fin y al cabo, parece que no iba a encontrar sólo preguntas después de venir desde tan lejos.
-¿Y dónde estaba ella? ¿Vivía en la ciudad de las contradicciones?
-Ésas eran las preguntas que le asaltaron al joven muchacho, que, incrédulo, no movió una pestaña en lo que parecieron largas horas. Sólo observando el barquito de papel flotar e imaginando que el desenlace de su camino estaba cercano. La niña pelirroja cuenta, que aunque el joven permaneció allí sentado. Sus ojos se habían abierto y mostrado todo tipo de aventuras y de historias descabelladas y melancólicas que encajaban perfectamente con la bella ciudad. Nunca había visto unos ojos tan hermosos...
- ¿Sabes lo que creo? Que ella vivía en La Ciudad de las Contradicciones por un motivo concreto. Tenía que haber alguna razón para que él se encontrara ahí, para que el destino le llevara a bajarse del tren en la parada de esa ciudad.
-Si no me dejas seguir, no sabrás cómo continúa la historia…
-Lo siento
Él le sonrió con ternura.
-Todas las tardes que siguieron a ésta, el muchacho iba al río y dejaba navegar otro barquito, siempre con el mismo deseo, como si temiera que en una de esas pudiera no ser verdad, o incluso cambiar. Pero, ¿te cuento un secreto?
-Por favor
-Ella lo vio bajar del tren. Ella observaba cada uno de sus movimientos, cada barquito, cada tarde escuchando la alegre melodía de las cajas de música, cada suspiro, cada pestañeo. Pero hacía poco que venía del Planeta del Desamor y claro, tenía miedo.
-¿Sí? –preguntó con los ojos cargados de ilusión- ¿Y qué ocurrió?
-¿Sabes otra cosa? Ella también frecuentaba el río de los deseos. Y todos los barquitos eran anhelos sobre su regreso al Planeta del Desamor. Pero, inexplicablemente, su mente creaba barquitos de papel con escritos sobre el muchacho extranjero. Qué contradictorio, ¿verdad?
Ella asintió mientras recorría con sus dedos su abdomen.
Él suspiró antes de continuar.
-Una fría mañana de verano estaban todos reunidos en la plaza, escuchando las hermosas notas de las cajas de música. Era un sonido tan celestial... Tarareando esa melodía él fue a comprar en uno de esos puestitos ambulantes de la plaza. Se decidió por una manzana caramelizada bañada en chocolate, el aroma le había atraído hasta ahí... y como una estrella fugaz, la vio.
-¿Y cómo era ella?
Sus delicadas manos descendían cada vez más, siguiendo el rastro de vello que tenía el chico.
Éste cerró los ojos y continuó con el cuento –eso sí, con un poco de dificultad.
-Simplemente ella. No hubo fuegos artificiales, ni el tiempo se paró, ni siquiera una luz salía de su espalda... Al mirarla la reconoció, se dio cuenta de que era ELLA. Y para él, era perfecta. Quizás, era una muchacha del montón, pero su amor la hacía especial. Fue un instante... una milésima de segundo en el que sus miradas se cruzaron. Apenas pudo reconocer que ropa llevaba, y sin embargo quedaron clavados para siempre en su mente sus ojos... sus clarísimos ojos negros. Unos ojos de un fortísimo magnetismo, rodeados de su bronceada piel blanquísima como la nieve del más alto pico de la Ciudad de las Contradicciones. Definitivamente... era ella.
Y eso fue lo último que dijo antes de besarla encerrando todo el amor del mundo para luego terminar perdido en su cuerpo. No había terminado la historia, pero ¿qué más daba? Le quedaba un futuro a su lado para acabarla –y crear muchísimas más.


2 comentarios:

SuperNadie dijo...

TU eres INCREIBLE ¿Sabes?

Yo también te quiero.

Anónimo dijo...

¿Hay un hueco en esa ciudad donde podamos perdernos?
Te anhelo coshi (L)