Ella. Venus Desnuda. Diosa del Sexo.

Perdida en el cuerpo de su amante de esta noche, jugueteaba con su boca, se dejaba guiar por su lengua, mientras le robaba gemidos a aquel hombre.
-¿Sabes que eres buena en esto? -le preguntó mientras le sujetaba el pelo -enredándoselo aún más.

Claro que lo sabía. Ella era la lujuria encarnada en un cuerpo de mujer, la Venus salida directamente de la concha, despojada de cualquier manto bordado de flores.

Sin más preámbulos se montó encima, dirigiendo el ritmo de los movimientos.

-¡Dios! ¡me encanta follar contigo! Exclamó él en un grito.

El corazón de Venus Desnuda se encogió, follar, sólo follar...

¿Cuándo llegaría el día en el que...?

Pero ella no podía achantarse, no, por supuesto que no.

Disipó sus pensamientos junto a cada vaivén de su cadera. Y como buena Diosa del sexo, siguió haciendo lo único que se le daba bien en esta vida: follar.