26/8/09

Desde que los besos mienten

Borracha de malos recuerdos, Elena se revolvió incómoda en el sofá. Se había tapado con la manta de cuadros que siempre habían llevado en cada momento mágico: la playa, la montaña, los viajes, los paseos… Antes, le encantaba aspirar su aroma a besos, ahora, sólo le olía a viejo. Quiso arrancarla de su cuerpo y arrojarla en la chimenea encendida, pero nunca fue de las que se deshacen de los recuerdos, sino de las que los almacenan en un rincón lleno de polvo. El peso de un cuerpo tensó sus pensamientos.
-¿Qué fue lo que nos pasó Elena? A veces me pregunto quién fue quien falló…
Ella lo miró de reojo intentando hallar aquel amor que siempre había encontrado en cada centímetro de él. Pero no lo encontró.
-Si tan sólo pudieras perdonar… -él intentó abrazar su mano, pero ella la apartó con repudio.
-¿PERDONAR? ¿Perdonar el qué? ¿Las lágrimas, las infidelidades, las mentiras… el dolor? Le gritó.
-Elena… -le rogó.
-¡NO!
Bruscamente, se levantó del sofá. Sus pasos la llevaron hasta un pequeño mueble de madera. Lo abrió. Cogió una botella de Golpes y se la bebió con rabia –pese a que en el fondo de esa rabia sólo hubiera tristeza, la que se había instalado en ella desde que los besos empezaron a mentir.
-¿Bebiendo otra vez?
La garganta de ella sólo emitía sonidos de alivio al sentir esa embriaguez que quemaba cada uno de sus sentires.
-Cada día me das más asco…

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