3/9/09


Las garras de la Mentira lo habían seducido en un abrir y cerrar de ojos. Se encontraba atrapado en la telaraña que había tejido especialmente para él. Intentó moverse pero la ponzoña había paralizado cada uno de sus movimientos –y sentires. Creyó que lo que sentía era real… y no algo que después detestaría con todo su ser. Los labios de la Mentira se acercaron a los suyos. Su corazón empezó a saltar intentando impedir lo inevitable… Gritó ‘no’ tantas veces como pudo, pero sus oídos estaban hipnotizados por ese canto de ángel –escondiendo al demonio que llevaba dentro. Se besaron y ambos creyeron estar vivos… Su corazón intentaba salirse del pecho, para no contemplar esa horrible escena, y él creyó que latía por ella. Empezó a llorar de tristeza mientras su rostro estaba pintado por la felicidad –pero era pintura al fin y al cabo.

Y, aquí, comenzaba lo que sería un infierno.

Sus manos cavaron surcos de lágrimas en el rostro del Amor, robaron el sueño que le permitía evadirse del dolor por un instante, alargando los segundos hasta convertirlos en horas. Ralentizaron sus latidos hasta casi hacerle creer que había muerto… Muchas pieles intentaron borrar las huellas de la suya, pero era imposible difuminar algo escrito en fuego –ardiente.
Pero se irguió con muletas y vendas, invencible, incondicional. Pateó sus caricias, golpeó sus palabras, una y otra vez. Agonizando, el Amor intentaba respirar para no asfixiarse. Y, de repente, ÉL le dio un soplo de vida. Con sumo cuidado, el Amor inhalaba intentando no acostumbrarse a ese aire –por si acaso. Con sus dedos, hizo que mirara a su alrededor. Como siempre, dispuesta, a su merced, movió la cabeza y sus ojos no encontraron a la Mentira. Ni siquiera sus recuerdos estaban presentes. Como mismo había llegado, se había esfumado… Aún así, el Amor seguía dando minúsculos pasos mientras se aferraba al miedo. ÉL, impaciente y cansado de la espera, tiró del Amor hasta hacerlo caer en un futuro lleno de sonrisas, mariposas, arena en las pestañas y cosas bonitas.

Y, aquí, comenzaba lo que sería el paraíso.

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