La pequeña Lu se bajó del tren cargada de nostalgia. Le parecía que hacía mil tardes con sus noches que no estaba en su querida ciudad. Despidió al Tétrico maquinista con un barquito de papel en el que le dejaba una gran sonrisa y un agradecimiento por todo lo que había hecho. Dejó las maletas en el suelo mientras observaba todo lo que había extrañado las calles, los paisajes, el aroma, los habitantes de La Ciudad de las Contradicciones. Inhaló aquel olor característico que le había acompañado durante tantas mañanas, aquel perfume a contradicción, a azul oscuro intenso, a barquitos de papel sin dueño. Miró al cielo a ver si podía vislumbrar a aquel planeta que le había servido de refugio durante tantos meses, pero las estrellas lo cubrían todo y los recuerdos se iban desvaneciendo con el paso de los minutos. ¡Ah, su ciudad! ¡Cuánto la había echado de menos!
Cogió sus maletas y se puso rumbo a su pequeña casa. Necesitaba dejar el equipaje, volver a dejarlo todo como estaba, para empezar a sentir que estaba en casa de nuevo. Paseó animada por la Avenida del SíyelNo pero muchos ojos la acompañaron por el camino, ojos que no auguraban nada bueno. Saludó al Vendedor de Flores y este le devolvió una sonrisa lastimera. La Señora de las Mil y una tartas bajó la mirada cuando ella pasó por su tienda. Vaya, y ella que se creía que la habían echado de menos… Todos la estaban evitando, ¿qué pasaba…? Intentó no pensar en ello durante el trayecto y comenzó a hilvanar en su mente una historia que nada más llegar escribiría para él. Pondría todo lo que le gustaba, desde trazos hasta cuentos de cama. Pero cuando llegó a la puerta de su pequeña casa, una figura familiar salió a su encuentro: orejas grandes, pelo blanco, un reloj con demasiada prisa. El Conejo de la Suerte se había presentado sin previo aviso. Esto no era bueno.
-Conejo, ¿qué es lo que ocurre?
Él colocó su tintineante reloj enfrente de su cara.
-Desperdiciaste lo minutos pequeña Lu. Te dije que el tiempo corría en otra dirección y que por mucho que quisieras no se pararía a esperar que lo alcanzaras –le dijo.
-Conejo, no entiendo nada, ¿qué es lo que ocurre? –preguntó
de nuevo. El corazón le corría tan desbocado que parecía que quería hacer una carrera con el caprichoso reloj del Conejo.
de nuevo. El corazón le corría tan desbocado que parecía que quería hacer una carrera con el caprichoso reloj del Conejo.
-Pequeña Lu, se ha ido. El Hombre Misterioso se ha marchado de la ciudad –le dijo cautelosamente.
3 comentarios:
Vaya... ¿Se volverán a encontrar?
Me alegra volver a leer a Lu
Un Beso :)
El señor misterioso siempre vuelve. Es como una ráfaga de aire, aparecerá cuando menos te lo esperes
Ya vendrá otro. Siempre pasa.
¡Muá!
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