La pequeña Lu cogió cada uno de los objetos que representaban un sentimiento y los guardó, cuidadosamente, en aquella cajita de madera tallada. Observó cada pedazo de ella misma que había materializado para él, para que tuviera algo que le recordase a sus ojos negros por si otra vez, la vida volvía a poner kilómetros entre sus labios. Hay regalos que se hacen por la persona que los recibe pero, esta vez, los entregaba por ella misma, porque así debía ser. Había tres objetos: uno representaba el cariño y llevaba más de un deseo; otro, escondía aquellas noches de gemidos entre la oscuridad y el silencio; y el tercero, simbolizaba el ardor de aquellos besos y recuerdos. Por último, había una carta proveniente de La Ciudad de las Contradicciones que nunca había sido mandada y que ya era hora que regresara a su destinatario. Cerró la cajita con dudas. No tenía miedo de mandarla, sino de que a él no le importara el esfuerzo que ella había hecho. Pero así tenían que ser las cosas. Esa caja debía estar con él aunque fuera escondida en una alcoba llena de polvo. No sabía cuánto tiempo tardaría él en recibirla… pero estaba completa e irrevocablemente segura de que él la tendría entre sus manos algún día. Quizás más pronto de lo que se imaginaba.
Feliz cumpleaños, Hombre Misterioso, aunque las ilusiones no te acompañen este día.
1 comentario:
Los mejores regalos son los que salen del corazón y estoy segura de que la pequeña Lu lo sabe.
Un beso :)
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