El mar lamía cada centímetro de la oscura arena. Sus granos se pegaban a nuestra piel como mi boca se adhería a la tuya. En la brisa, aún podía escucharse las últimas notas que, flotando, había dejado tu voz. La ferocidad de nuestros besos ahogaba de pasión a nuestros corazones, que luchaban –incesantes- porque desapareciese la ropa que impedía a nuestros cuerpos enredarse. Tus manos, perdidas entre mis gemidos, esculpían caricias que robaban cordura a mi sentido común. Mientras tú te hundías en mi boca –y tus suspiros me revolucionaban las entrañas- mis dedos jugaban al escondite cobijándose en todo tu cuerpo. La lascivia estaba a punto de hacerme estallar. Te dije que esta noche, en esta playa, necesitaba más… que la ternura la había dejado esperando junto a la música que a penas llegaba ya a nuestros oídos. Entonces, sometiéndote a mis deseos, entraste en mí. Comenzaste a bailar un tango con mis caderas cuya melodía era interpretada por las olas del mar. En la locura del amor, te pedí que nunca, nunca, nunca salieras de mí… Y como respuesta, me llevaste volando hasta el cielo.
1 comentario:
sublime, precioso.. Simplemente perfecto! (LLLLLLLLL)
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